La Musicoterapia nació como disciplina el siglo pasado (1950) para dar respuesta a determinadas enfermedades físicas, mentales y emocionales que por vías tradicionales no hallaban solución. Pero su uso es mucho más antiguo. Por ejemplo, aparece reflejado en los papiros médicos egipcios, diversos pensadores griegos como Platón defendían el poder curativo de la música, el cristianismo a través del canto gregoriano…
En la actualidad, la música está presente en nuestro día a día: centros comerciales, restaurantes, ceremonias, etc. Estamos rodeados de música, somos música.
Sabemos que el cuerpo humano es un sistema bioeléctrico. Las pulsaciones responden a variables musicales como frecuencia, tiempo y volumen. Nuestra temperatura corporal también varía con la música. La música es un puente entre el interior y el exterior. La música nos transporta, puede evocar recuerdos y provocar emociones. Además, ayuda a mejorar problemas físicos como el dolor crónico disminuyendo su percepción.
La voz humana y el canto también ayudan. Por otro lado, recalcar que los tonos de la escala musical resuenan con los siete chakras principales del cuerpo. En concreto, los de instrumentos de percusión, activan el bazo y los centros básicos de los chakras corporales, que están vinculados a las funciones del sistema circulatorio, las suprarrenales y nuestra fuerza vital básica. Asimismo las maracas son un instrumento de purificación… Cada instrumento musical tiene un sentido, un fin dentro de la terapia.
En conclusión, su aplicación en terapia es beneficiosa tanto para el terapeuta como para el paciente o pacientes ya que puede realizarse en sesiones individuales o en grupo dependiendo del caso.
Desde mi experiencia profesional, poder ayudar a mis pacientes gracias a la música hace que la ame aún más. Como bien expresó Jean Paul Richter: “La música es la poesía del aire”.