Es un trastorno relativamente frecuente entre la población, más frecuente en América del Norte y Oceanía, seguido por Europa, América del Sur y Sudáfrica. Por último, es menos frecuente en los países asiáticos.

       El trastorno de fobia social se puede dividir en dos subtipos:

-el trastorno de ansiedad social generalizado (temor a la mayoría de las situaciones de exposición social)

-el trastorno de ansiedad social no generalizado (temor a una o a unas pocas situaciones identificables).

       Se caracterizan por la presencia de miedo intenso, persistente y desproporcionado en situaciones sociales, en las que nos sentimos evaluados y juzgados, avergonzados, inseguros o temerosos a ser rechazados. Por ejemplo, cuando conoces a alguien nuevo, cuando vas a una cita, ante una entrevista de trabajo, comer en público, etc.

     Suele comenzar a principios o mediados de la adolescencia, aunque a veces puede empezar en niños más pequeños o en adultos. Asimismo suele provocar otros problemas como depresión, intento de suicidio, abuso de alcohol y de drogas.

    La consecuencia principal es el aislamiento, afectando así a todas las áreas de la vida. Las personas con un trastorno de ansiedad social tienen más riesgo de estar desempleadas y sin pareja. Hasta un 80% de las personas con fobia social desarrollan otra enfermedad psiquiátrica como la depresión.

    Los síntomas son tanto físicos como emocionales: sudoración, baja autoestima, temblores y mareos, pensamientos negativos, náuseas, taquicardia, falta de aire (disnea), tartamudeo (disfemia), miedo, evitación, vergüenza, temor a la humillación.

    Existen diferentes causas para este trastorno como la genética (20-50 %), falta de habilidades sociales debido a una sobreprotección o rechazo parental, estrés, factores ambientales como el maltrato y sufrir adversidades.

     Si es tu caso, no dudes en buscar ayuda de un psicoterapeuta, psiquiatra o psicólogo, el cual a través de técnicas cognitivo-conductuales podrá ayudarte. Dicha terapia puede ser individual o en grupo. La terapia individual puede trabajar con técnicas como la relajación, el mindfulness, sobre recuerdos biográficos, la exposición imaginaria, la reestructuración cognitiva y el entrenamiento en habilidades sociales.

     Paralelamente, los fármacos antidepresivos como la paroxetina, el citalopram, la fluvoxamina y la venlafaxina también son de utilidad. Los betabloqueantes, como el Propranolol están inidicados para los casos de ansiedad social no generalizada.

     La fobia social es una de esas patologías que podrían prevenirse con programas de prevención y educación en los colegios. ¡Comencemos!