El acoso incluye acciones como amenazas, rumores, ataques físicos y verbales, y la exclusión de alguien de un grupo de manera intencional. Debe existir repetición y desequilibrio para que se considere como tal.
Puede producirse en diferentes contextos y momentos de la vida:
- En el colegio (bullying). En las noticias sólo salen los casos que acaban en suicidio y/o masacre.
- En el trabajo (mobbing): en la Unión Europea, el 9% de trabajadores sufre una forma más o menos grave de acoso laboral. Normalmente, suele ser un superior pero, en otros casos, son los propios compañeros.
- En pareja o entre “amigos” (psicológico y/o sexual). Puede producirse por su forma de vestir, por su orientación sexual, por su “raza” o religión, por su físico…
- En las redes (ciberacoso/ciberstalking). Se observa mucho en Twitter e Instagram.
- En una situación social (acoso físico o stalking). Por ejemplo, en una discoteca.
- En una vivienda (acoso inmobiliario). Algunas inmobiliarias presionan a la gente para que vendan.
Desafortunadamente, todos lo hemos sufrido alguna vez y/o conocemos a alguien que también lo ha sufrido. Esas personas, esas víctimas de acoso sufren graves problemas de salud física y mental: falta de autoestima, intento de suicidio, no comer ni dormir, ataques de ansiedad, etc.
Además, les cuesta mucho hablar sobre ello. Y, por lo tanto, pedir ayuda.
En España se castiga con pena de prisión de 3 meses a 2 años, dependiendo del caso. La terapia psicológica es muy importante en estos casos tanto para el agresor como para la víctima. Dicho agresor sufre problemas psicológicos y viene de un entorno en el que la violencia está presente y es justificada.
Como profesionales de la salud mental, debemos trabajar en la prevención de la violencia a través de programas que fomenten la empatía y la inteligencia emocional.