Llevamos la culpa con nosotros a lo largo de nuestra vida. Lo aprendemos en nuestra infancia. En otros artículos ya he comentado que el estilo parental marca nuestro vida adulta para bien y para mal.
Dicha emoción es adaptativa como el resto de emociones. Sin embargo, puede ser una pesada losa en nuestra mochila vital que nos paraliza y nos puede hacer enfermar tanto física como psicológicamente. Surge al creer que hemos ido contra las normas sociales o contra nuestras propias normas éticas, contra nuestro propio sistema de valores.
Hay muchas situaciones cotidianas en las que podemos sentirnos culpables como olvidar una fecha importante, decir que no a alguien, tener pensamientos negativos o inadecuados sobre alguien, no contestar a un Whatsapp…
De ese modo, nos juzgamos con demasiado rigor y dureza. Y así nos auto castigamos sobre lo pasado, sobre el presente y el posible futuro, dando vueltas a lo que hubiésemos hecho o no, a lo que debemos hacer o a cómo actuar en el futuro, provocando un grave desgaste emocional.
En terapia, he tratado pacientes llenos de sentimientos de culpa. Sus vidas estaban muy afectadas por esa espiral de autodestrucción y menoscabo de su autoestima y de su autoconfianza.
Quizás gracias a este artículo, te haya enseñado a entender y manejar mejor la culpa. Quisiera resaltar que tú sólo eres responsable de tus actos, no de las acciones de los demás. Debes analizar la situación de un modo crítico y racional, pasando de la culpabilidad a la responsabilidad. Este proceso puede ser difícil y, para la mayoría, es necesario contar con la ayuda de un psicólogo/a. Y siempre, siempre tienes que aprender de tus errores y, por supuesto, perdonarte a ti.